sábado, agosto 18, 2007

suerte, azar, casualidades... siempre estáis en mis oraciones

"Harry, I'm gonna let you in on a little secret. Every day, once a day, give yourself a present. Don't plan it, don't wait for it, just… let it happen." Dale Cooper en Twin Peaks

Hace algunos años, y cuando todavía vivía en Ese Lugar fui, en compañía de mi maestro y amigo AC, a visitar a otro señor al que, hasta un momento de mi vida, consideré también como un maestro y como un amigo (aunque el magisterio no se puede dar por terminado, no pasó lo mismo con la amistad).
Al final de esa visita, el otro señor le dio un regalo, con cajita y todo, a AC quien, nada más salir de ahí, quiso ver qué le había regalado... una billetera. AC me dijo que cuando llega un detalle así en forma inesperada, es porque, sin duda alguna, la vida nos quiere decir algo. Él, en esa ocasión, interpretó su regalo como un aviso de cuidar sus finanzas: “no he sido muy administrado en lo económico en los últimos tiempos”, fue lo que dijo. “Jungiano estás”, fue lo que le contesté y los dos reímos y empezamos a hablar de Jung y similares.
Para mí fue interesante la enseñanza de esa tarde.
Hace algunas semanas, vagando por el DF, en la Zona Rosa, específicamente, luego de estar sentado un rato en un bar, uno de los empleados del sitio, comenzó a repartir unos llaveros en todas las mesas. Llaveros raros, valga decir, porque eran una combinación de silbato, linterna y brújula. Por las circunstancias de esos días, pensé que era una especie de herramienta con la que podría llamarle a alguien, iluminar mi claroscuro y tierno pensamiento e incluso orientarlo... y de inmediato puse mis llaves ahí.
Días después, en circunstancias un tanto distintas, y ante el deterioro del llaverito, pensé en deshacerme de él; sin embargo, pensé que así como había llegado significando algo, se iría de la misma manera... y justo esta semana, el martes, salimos a comer y, cosa rara, estuve jugando un rato con la lamparita del llavero y todavía al bajarme del auto lo puse en la bolsa de mi pantalón...
Al llegar al cubículo quise jalarlo y... ¡NADA! Le dije a mi acompañante: “Oh, oh: creo que ya perdí las llaves... No... Aquí están, pero el llavero se fue... Qué raro, si todavía estuve jugando con él antes de bajar del auto”.
No quiero decir que ya no necesite llamarle a alguien, iluminar mi claroscuro y tierno pensamiento e incluso orientarlo, no. Más bien, creo que es un indicio (más) de que se está cerrando un ciclo, mientras otro nuevo se está abriendo. Así lo señala lo del llavero, lo de mis últimos sueños y las mudanzas de diversa índole.
Habrá que recordar todo esto el año que viene.

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