miércoles, agosto 27, 2008

Sábado: un ejercicio de lectura. II

En este sentido, percepción es ser y el ser es tiempo y espacio. Continúa el poema: “Es ésta la ciudad. Somos tú y yo”. Aunque la mención de la ciudad resulta un tanto sorpresiva, puesto que el entorno descrito correspondería más bien a un ambiente natural, campestre, no se debe olvidar que el poema es narrado por una voz que busca la fusión del entorno dentro de un todo, así como tampoco debe olvidarse la observación realizada al inicio de estos comentarios: “Los días y el trabajo” son, en buena parte, la actualización de temas y escenarios clásicos. De esta manera, la descripción de la ciudad permite considerarla como un oasis que, al ser asociado con el título, reforzaría la idea por éste sugerida: el inicio del fin de semana como un remanso de los días laborables. La ciudad, pues, queda definida de esta forma: “Es ésta la ciudad”; es decir, su esencia está caracterizada por todo lo descrito anteriormente. Pero ese entorno afecta también al sujeto que describe y a alguien más: “somos tú y yo”. A mi juicio, ese “tú” tiene un significado mayor que el de la simple referencia a la pareja: las recurrentes analogías de la estrofa anterior permiten relacionar ese tú, a su vez, con “lo otro”. El entorno está conformado por el cielo, el río, la ciudad, el tiempo y tú; al mismo tiempo, parece sugerir la voz narradora, todo eso soy yo. Al observar este verso en su totalidad, también es posible considerar otra posibilidad de lectura: “la ciudad” es una construcción humana, colectiva, “somos tú y yo”. Como se ve dos versos más adelante, la materia prima empleada en su construcción es la piedra que, aunque dura, se deja moldear, tanto por la fuerza de la naturaleza (el agua y el viento, en este caso) como por la mano del hombre. Desde esta perspectiva, no resulta muy aventurado pensar que la ciudad sería considerada como una armoniosa simbiosis de la naturaleza y del trabajo humano. Uno busca la eternidad en el campo porque lleva consigo una conciencia urbana, una experiencia de trabajar de lunes a viernes. Los dos mundos (o más bien las dos formas de mirar el mundo), lejos de excluirse, se complementan.
Continúa el poema con la oración “Calle por calle vamos hasta el cielo”, donde la doble repetición del sustantivo estaría relacionada con la reiterada sensación de lentitud que es atribuida al “cielo” y al “río” en la estrofa anterior. Poco a poco, el yo y el otro avanzan en dirección a la díada cielo / río. El empleo de la preposición “hasta”, indicadora de cierta culminación, junto con la referencia al cielo, sugieren cierta idea de ascensión. Así, la díada adquiere un nuevo significado: el de libertad y de realización; es decir, lo otro, el otro y el yo terminan siendo uno y lo mismo. ¿Estaremos en presencia de una concepción un tanto idealista de la realidad? Esto resulta tan probable que el narrador parece haber pensado en este punto y como si los dos sentidos aludidos (la vista y el oído) no fueran suficientes, incluye un tercero, para no dejar lugar a ninguna duda: “Toca –para creer—la piedra”, como si mediante el tacto se desmintiera cualquier percepción ideal del mundo. Se trata de una construcción en la cual se advierte la des-automatización de una frase lexicalizada: por si el evangélico “ver para creer” resultara insuficiente, existe el sentido del tacto. En principio, conviene destacar la importancia del verbo: “toca”, dice la voz narradora, formulando si no una orden, sí una invitación al “tú”, que pareciera dudar de la realidad (o al menos es lo que parece pensar el “yo”, quien lo invita a constatar la realidad del mundo). Acto seguido, nótese a qué punto ha llegado esa evaluación de la realidad: de la vista se pasó al oído para concluir con el tacto. La realidad resulta paradójicamente tan irreal que es necesario tocarla, aunque no se trate de tocar cualquier cosa, sino algo tan sólido como una piedra y, todavía más, no es cualquier piedra, sino aquélla que constituye una especie de síntesis de todo lo enumerado con anterioridad, debido a que como todo objeto de la creación, se ha dejado modelar por el paso del tiempo: “la piedra / mansa”. La adjetivación resulta un poco extraña para el sustantivo al que modifica: ¿se trata de una piedra benigna, suave, sosegada, tranquila? Efectivamente, puesto que forma parte de la percepción del entorno, que contiene todas estas características. Ahora bien, ¿qué es lo que confiere tales características a un objeto que usualmente es considerado como símbolo de la permanencia? En mi opinión, es el paso del tiempo, que hace que todo sea un reflejo: “no quedará piedra sobre piedra”, sentencia también el Evangelio.
Sin embargo, esa piedra es “mansa” debido también a otro factor: forma parte de un “pretil”, de un vallado, cuya función es preservar de las caídas. De esta forma, la piedra mencionada es “mansa” porque, aunque fue sustraída de su entorno natural, sigue perteneciendo a él en cierta medida, al señalar más precisamente el margen de un río. Pero, también, ese pretil es paciente; esto es, puede soportar algo, el paso del tiempo, en este caso, sin alterarse. A partir del contenido del poema es válido preguntarse si habrá que tomar dicha paciencia literalmente o como un adjetivo con ligeros atisbos de ironía: la mansedumbre y la paciencia, atribuidas a un mismo objeto harían permisible esa posibilidad.
De esta manera, “Sábado” es un poema que desarrolla lo que el mismo Jaime Gil de Biedma definió como los dos grandes temas de su poesía: el paso del tiempo y yo. Desde esta perspectiva, creo que estamos en presencia de un poema bien logrado, sobre todo en lo que se refiere al primer aspecto, donde la percepción del paso del tiempo, principalmente en el entorno, proporciona cierto ambiente de irrealidad o, incluso, de la fugacidad de las cosas. Otro punto a destacar es el remanente simbolista (guilleniano) de percibir ese mismo entorno y al yo mediante una concepción panteísta de la realidad, en la cual cobran una enorme importancia tres de los cinco sentidos corporales (la vista, el oído y el tacto, en ese orden), al entrar en relación con tres de los cuatro elementos naturales (el viento, el agua y la tierra). Es probable que el balance entre ambos ayude al narrador a comprender y a aceptar todo eso como parte de un proceso natural por el que, precisamente, el ser humano es lo que es.

lunes, agosto 25, 2008

Sábado: un ejercicio de lectura. I

“Sábado” presenta algunos rasgos que parecen derivarse del simbolismo en general y, en particular, de la poesía de Jorge Guillén, específicamente la de Cántico. Los primeros versos evocan un escenario que parece absorber al individuo, cuya presencia habría sido sustituida por la del paisaje, como si se pretendiera expresar el estado de ánimo del sujeto indirectamente, a través del paisaje, debido a los efectos del paso del tiempo. El escenario, una confusión de cielo y río, es captado, a la vez, como puro fluir temporal (el agua en el río) y como eterna presencia atemporal (el cielo que es pura hermosura presente). La eternidad se mira en el tiempo, como el cielo se refleja en el río, y viceversa. Sin embargo, debido a dicho fluir, el entorno es percibido como algo evanescente, etéreo y, en gran medida, irreal. Lo que me interesa destacar con detalle en ésta y la siguiente entrada, son los recursos de que se vale el escritor para la consecución de este efecto.
“Sábado” comienza con la oración “El cielo que hace hoy”; ya desde aquí, el empleo del presente del indicativo y el uso del adverbio “hoy”, confieren a la frase el carácter de presente “histórico”; es decir, el de un acto que ya ha ocurrido antes, ocurre en ese momento, y ocurrirá después. Dicho con otras palabras, se habla del cielo de ese sábado, y del de todos los otros sábados. También resulta muy significativo que el primer elemento mencionado sea “el cielo”, que tiene aquí una connotación de amplitud, a la vez que comienza a sugerir la percepción que se tiene del entorno como algo irreal, puesto que se trata de algo que, si bien es fácilmente visible y real, resulta también intangible. El orden de la oración es momentáneamente interrumpido por una frase adjetival que califica el día que hace: “hermoso como el río / y rumoroso como él”; existen aquí cuatro elementos que me interesa destacar: la comparación, la adjetivación, la aliteración y la repetición.
En ese orden, “el cielo” es comparado con “el río”, en una búsqueda cuyo objetivo sea, tal vez, el de darle mayor consistencia a algo percibido inicialmente como intangible. Desde esta perspectiva, es importante señalar el inicio de una gradación, comenzada con “el cielo” y continuada con la imagen del “río”. Ciertamente, la realidad circundante adquiere un mayor grado de consistencia y el entorno comienza a verse más perfilado, a contar con otros elementos que le proporcionan una solidez mayor. Por su parte, la inclusión del “río” no es tan casual: así como el título “Los días y el trabajo” cuenta con ciertos remanentes mitológicos, creo importante recordar la imagen heraclitiana del río como representación del tiempo: el cielo es como el río que es como el tiempo.
La díada “cielo”-“río” es modificada por dos adjetivos: “hermoso” y “rumoroso”. El primero de ellos corresponde a una impresión visual, en estrecha relación con el cielo como primer elemento de la realidad descrita, a la vez que prepara la inclusión del río como el siguiente objeto a considerar dentro del entorno. El segundo calificativo pertenece al sentido del oído y está íntimamente ligado con el ruido vago, sordo y continuado de las aguas al seguir un cauce. Ahora bien, esta descripción origina una pregunta: ¿De qué manera puede ser “rumoroso” el cielo? Una posibilidad consiste en considerar la alusión al cielo como una referencia al aire; esto es, como una metonimia, similar a las empleadas en diversos pasajes del Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz. De esta forma, los elementos de la creación que han sido mencionados, comienzan a desarrollar cierta actividad, convirtiéndose así en puentes entre la realidad circundante y el individuo que la percibe: es por “el cielo”, es decir, por el aire, que se sabe de la presencia de las aguas. A su vez, la imagen de este río rumoroso sugiere la existencia de “la piedra” que es mencionada posteriormente, ya que esa realidad circundante tiende a convertirse en un todo.
Esta sugerida idea de unicidad estaría reforzada por una de las dos formas en que se emplea la repetición en la frase, la aliteración o-o, que abarca la mitad de las ocho palabras que la componen: “hermoso”, “como”, “rumoroso” y “como”. La repetición da lugar a la analogía: al percibir “el cielo” como “río”, se establece también una similitud entre lo que está arriba, que también estaría abajo. La doble inclusión del comparativo “como” remite, en ambos casos, a la imagen del río que, a su vez, funciona como una representación del espacio y del tiempo: un entorno “hermoso” y “rumoroso”, donde la vista y el oído, fusionados mediante la presencia del doble comparativo, sugieren también que todo se relaciona con todo. Lo anterior funciona como punto de partida para la reflexión suscitada por la contemplación de una realidad que tiende a una casi imperceptible difuminación.
A partir de esta apreciación, el cielo y el río han pasado a formar parte de una díada, en la cual uno es reflejo del otro. Así, se observa que ese cielo “despacio va / sobre las aguas que ennoblece el tiempo”. La analogía “cielo”-“río” es percibida poco a poco y la paulatina asimilación del entorno coincide con el discurrir temporal, como si se entendiera que percepción es tiempo, a la vez que el tiempo mismo, cuya imagen son las aguas en que se refleja el cielo, enaltece, adorna y enriquece tanto al entorno como a quien lo contempla. Hablo de contemplación por ser éste un acto de despaciosa atención y el poema insiste en esta pausada percepción del entorno. Y es que, en seguida, se indica que las aguas, ennoblecidas por el tiempo, van “lentas, como el cielo que reflejan”; es decir, la realidad externa se convierte en un espejo del fuero interno del individuo: esas aguas son lánguidas y lentas, al mismo tiempo que reflejan parte del escenario. Creo conveniente destacar la repetición de una misma noción semántica mediante el adverbio “despacio” y el adjetivo “lentas”, ya que con esta insistencia se sugiere, por un lado, que, a diferencia de los días laborables, durante el día “sábado” el ritmo de la vida es percibido con mayor lentitud. Además, se podría pensar que no es imposible que sea dicha lentitud la que “ennoblece” las aguas del río. Asimismo, la asonancia e-a en “lentas” y “refleja” permite fusionar las dos propiedades atribuidas a las aguas: la de correr con lentitud y la de reflejar la realidad circundante. De esta forma, el verbo “reflejar” adquiere una enorme importancia: el cielo, el río y el tiempo son la representación de una determinada idea del mundo, visto como algo inaprensible.
To be continued...

domingo, agosto 24, 2008

Sábado*

El cielo que hace hoy, hermoso como el río
y rumoroso como él, despacio va
sobre las aguas que ennoblece el tiempo
y lentas como el cielo que reflejan.

Es ésta la ciudad. Somos tú y yo.
Calle por calle vamos hasta el cielo.
Toca -para creer- la piedra
mansa, la paciencia del pretil.


* Poema de Jaime Gil de Biedma, perteneciente a Compañeros de viaje (Joaquin Horta Editor, Barcelona, 1959, p. 47). Incluido en el güeblog con fines meramente didácticos e ilustrativos, con motivo de las siguientes tres o cuatro entradas. Si se cree que con esto se infringe los derechos de autor, favor de enviarme un ímeil para retirarlo del ciberespacio.
Y gracias por los tres últimos sábados y por los otros días, también...

miércoles, agosto 20, 2008

"Flowers", de Emilie Simon

Hacía tiempo que quería subir algo de Emilie Simon, pero no había encontrado la ocasión propicia; quizás el ambiente entre timburtoniano y la parafernalia del video te resulte agradable a los sentidos...

martes, agosto 19, 2008

bustos de á y a divagando en pa(i)saje patafísico

- ¿Qué he hecho que valga la pena, dime?
- ... Vivir contigo las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año durante ya bastantes años, por cierto... ¿Te parece suficiente? Nadie te ha aguantado siquiera una octava parte de eso...

lunes, agosto 18, 2008

Entre los restos de emociones rotas



Foto de Vannia Zeravla realizada para Virtualia Inc., bajo un concepto del Intronauta y Non Toxic, como parte del proyecto Le Mans y Single en imágenes.

álvaro+ usa Armani Code, ropa interior Calvin Klein y rosas naturales.

so, whose matches are those...?

domingo, agosto 17, 2008

estoy esperando la tarde y la lluvia en un reloj...

“[...] Tendríamos que invitarlo...Recuerda que todo el rollo con Aurora, en La bella durmiente del bosque, salió porque no invitaron al Hada Maléfica al bautizo de la princesa, que porque se les había olvidado... ‘Anden, cabrones’, fue lo que dijo Maléfica cuando se enteró. ‘Hijos de la chingada... claro, como no ando de lambiscona como Flora, Fauna y Primavera...’”, te dije.
“álvaro, no creo que la historia original haya sido como la estás contando”, me interrumpiste... y te concedí la razón, pero también te aclaré que estaba haciendo una versión contemporánea... “Entonces hazla bien.”. Ah, suscitador... Sabes cómo alborotar la gallera...
“Pues, sí, que llega Maléfica al bautizo de Aurora y de inmediato vociferó: ‘A ver, cabrones, por qué no me invitaron?’ Y los reyes, con cara de angustia y mirada de Remi: ‘Ay, Maléfica, pero si sí te invitamos... igual y se perdió el mail’, dijo el Rey. ‘Sí, igual y se perdió en el limbo del ciberespacio’, acotó la Reina. ‘A mí mis timbres, desgraciados. No me quieran hacer pendeja, que no soy su burla ni su carcajada. No me invitaron y punto. Alguien por ahí me forwardeó el mail y NO está mi dirección. Cabrones, pero, tan sólo por eso, la escuincla les ha de salir anoréxica y cuando cumpla quince años, la tarde misma de su cumpleaños, se va a picar el dedo con el huso de la rueca/’”.
“álvaro, me interrumpiste, en la actualidad ya no hay ruecas, recuerda que estás actualizando el relato”.
“Ahá, claro, contesté. ¿Y qué vamos a hacer en ese caso? ¿Qué se podría pensar? Ah, sí, ya sé: como en Valeria y Maximiliano, como le pasa a Rosita Arenas, la mamá de Leticia Calderón en la novela, Aurora se pica con una aguja infectada. Entonces entra alguna de las hadas ñoñas y dice que ella preparará el antídoto para el mal de Aurora, que no en balde es hada, aunque ya sea madre (ella, no la princesa) para ese entonces y colorín colorado, etc etc... ¿Te parece bien la versión?”
La verdad, ya no recuerdo si contestaste o no, pero de una cosa estoy seguro: pienso llevar puesto el beso de esa tarde hasta el día de mi muerte...
Y justo ahora suena el “Short Double Latte” que tuviste a bien escuchar en el áipod, luego de mi relato. Sincronicidad junguiana, ni más ni menos...

jueves, agosto 14, 2008

El diario de Coudette II

“La gente es ingrata”, es lo que decía constantemente mi tío el político, luego de que descubrieron los orígenes de su enorme fortuna y lo metieron, venir a ver, en una de esas prisiones de máxima seguridad. Ahora, con lo de Coudette, creo que le concedo la razón. Resulta que cuando fui a la casa de la finada (porque ahí fue el velorio), estaba afuera Malena, la señora que le hacía de comer, le cosía y le limpiaba el departamento, vuelta, literalmente, un mar de lágrimas... Las hermanas de Coudette le habían dicho que tenía prohibida la entrada al velorio. Malditas viejas clasistas. Todavía recuerdo la cara que pusieron cuando les dije que, para bien o para mal, ellas no eran “clasicistas”, como se decían, sino clasistas, y eso, cuando les convenía, porque para escalas sociales inferiores (que no eran muchas, valga aclarar), bien que lo aplicaban, pero cuando se trataba de gente “de sociedad”, les abrían todo: sus casas, sus carteras, las piernas... todo lo abrible, menos el corazón... porque no tenían. A esas mujeres debió amamantarlas una hiena, en el caso que hayan tomado pecho.La falta de corazón quedaba patente con eso de la pobre Malena, que estaba llorosa, ya lo dije, en la esquina de afuera de la casa de Coudette, rosario en mano, vestida de negro, sin medias y con las piernas cenizas por la falta de crema. En cuanto me vio llegar, secó sus lágrimas (pese a que luego de hacerlo se le corrió el rimel), corrió, me abrazó y entre sollozos y jadeos no dejaba de decirme “señorita... hip, hip, seño... hip, hip, rita... ta, ta” y yo: “Ya, ya, Malena, ya, ya... Yo sé que la muerte de Coudette es algo muy fuerte, ya ve, la gran mujer que fue...” y ella: “Bu-bú... hip, hip, se... hip, hip, hip... ñori... bu-bú, hip, hip, hip, ta...” Entonces fue que algo se me hizo raro, porque yo bien que sabía que Coudette había sido una arpía con ella. Como mientras lloraba me tomaba del hombro de mi vestido, muy sutilmente la cogí de la mano y le dije: “A ver, Malena, ya, que si no me deja de llorar, no voy a saber qué pasa... Sí, no me mire con esa cara, que yo sé que algo pasa, pero si usted no deja de llorar, no-lo-voy-a-saber (así, marcando la separación de cada palabra), así que seque esos lagrimones, tome aire y ya sabe: soy toda oídos”.“No me dejan entrar al velorio, señorita”. La verdad, me sorprendió la noticia, pero fingí muy bien cierto aplomo y le contesté: “No te dejan entrar... ¿Quiénes?” Ella, con una fuerte tendencia a volver a hipar y a gemir, me dijo: “Las hermanas de la señorita Coudette... dicen que entienda cómo son las cosas, que tome conciencia de clase... y yo, yo... yo, las únicas clases que he tomado son las de cocina en el grupo de Acción Católica de la iglesia que está aquí a la vuelta de la casa”. Ah, mujeres tan pérfidas. Si alguien me dice que es misógino luego de haberlas tratado, le concedo toda la razón. Pero si éstas todo lo tienen, los delirios de grandeza de Irma Serrano con la vestimenta de María Félix. A éstas de seguro que las parió la tierra... Fueron algunas de las cosas que pensé, pero no le dije nada a la compungida Malena... sólo atiné a musitar: “Ay, Malena, ahora mismo arreglo este desaguisado...”, pero ella, que yo creo que ya padece del oído, me dijo que no, que nada de guisados, que con la pena ni hambre tenía.Pasé a la sala, donde estaba el ataúd de Coudette, y a quienes primero vi fueron a las lamias ésas de sus hermanas, con cara de atribulación. Me vieron y no pudieron disimular su contrariedad aunque, cocodrilescas como siempre han sido, pusieron cara de pesar... o máscara de pesar, porque ellas, al igual que su difunta hermana, eran fanáticas de la cosmética, pese a que su concepto era bastante ramploncito y más bien parecían muestrarios de los trozos a cortar que marcan los cirujanos plásticos. “Ay, me dijo una de ellas, todavía no sabemos cuándo se vaya a abrir el testamento...” Y yo, educada como siempre he sido, contesté: “Buenas tardes... siento mucho lo ocurrido... Así que todavía no se sabe eso del testamento... Con razón estás tan preocupada... (y bajando la voz) Por cierto, el tono del labial que llevas NO VA con el negro, hijita...” Y ella puso una cara como si Coudette se hubiera levantado del ataúd y corrió precipitadamente al baño, para volver luego de 15 minutos, con un labial diferente. Yo aproveché ese tiempo para hacer pasar a la atribulada Malena, sabiendo que la sangre no llegaría al río. Las otras hermanas de la difunta sólo fruncieron la boca y me miraron como superman cuando lanza rayos por los ojos, pero nada más.Malena, ya más tranquila, empezó a torcer los ojos y la boca, según ella con disimulo, como queriendo decirme que necesitaba hablar conmigo. En cuanto pude, me acerqué a su lado y tuve que detenerla, porque estaba tan agradecida que empezó a besarme las manos. “Malena, control, por favor. Recuerde que estamos en un velorio. Hay que saber comportarse. A la señorita Coudette no le habría gustado verla así...” Y ella me dijo en voz baja: “De la señorita le quiero hablar... Bueno, no de la señorita, sino de algo muy importante. Fíjese usted que antes de morir, mientras se estaba doblando como si quisiera volver el estómago y boqueaba como pescado, empezó a señalarme algo. Yo estaba muy asustada, señorita, pero así y todo, pude guardar la calma y vi a donde me señalaba. Era su buró... Ahí estaba una libretota y luego empezó a decir su nombre, señorita, no el de ella, sino el de usted. Yo, toda nerviosa como estaba, le dije que qué quería, que si quería que le diera yo la libretota a usted y me dijo con la cabeza que sí. Luego se cayó al suelo y empezó a sacudirse como aquella vez que pisó el cable de la lámpara cuando salió de bañarse, ¿se acuerda usted que le platiqué de eso? Bueno, pues yo guardé la libretota en mi bolsa y salí corriendo y le hablé a la señito Georgina, la hermana grande de la señorita Coudette... ay, pero si usted sabe cómo se llama. Qué burra soy, es que estoy triste y asustada, señorita, porque cuando llegó la señito Georgina, la señorita Coudette ya no se movía y le habló al médico... y antes de que llegara, empezó a buscar en las cosas de la señorita Coudette y me preguntó muchas veces por la libretota, y como no la encontró, luego de que se fue el doctor, me volvió a preguntar por ella y hasta me dijo que a lo mejor yo la había agarrado. No se la di, señorita, porque yo creo que la última voluntad de la señorita Coudette era que usted se quedara con ella, con la libretota. Así que antes de que se vaya, dígame para dársela...”Ay, Dios, y ahora tengo la libreta aquí, conmigo... Y por lo que veo, es el diario de Coudette. Pero como acabo de encontrar un mapache bebé, me lo traje a casa. Además de eso, traigo el SPM (síndrome premenstrual, para quienes aún no lo sepan, PMS por sus siglas en inglés), lo cual hace que me duelan los ovarios. Así que lo del diario de Coudette queda para la siguiente entrega.

miércoles, agosto 13, 2008

El diario de Coudette

Para la Reina Adriana, Primera y Única...
Ella sabe por qué...
Nada, que me encuentro confusa para empezar este weblog como yo hubiera querido. Hace tiempo que mis amigos, los editores de esto, me habían invitado a que dictara, escribiera, escaneara, etc, mi diario acontecer, pero eso de las fiestas decembrinas (que para alguien como yo abarcan todo el mes y se extienden durante todo enero) me lo había impedido. Y yo ya estaba dispuesta a ponerme manos a la obra, justo el día de hoy, pero hoy, Maripili, mi asistenta, me despertó con una infausta noticia. Es decir, tuvo el mal gusto de ni siquiera esperar a que me desayunara y luego de correr las cortinas, me dice: “¿Qué crees? Que acaban de llamar para avisarte que falleció tu amiga Coudette, la pobrecita” Para ser sincera, no supe cómo tomar ese “pobrecita” con el que Maripili se refirió a Coudette porque, diga lo que diga, yo sé que no le caía nada bien y que sólo la trataba porque era una de mis mejores amigas... o una de mis amigas, simplemente, porque al lado de la difunta, nada podía ser bueno y ni siquiera mejor. Claro que, ahora, como ya murió, se va a convertir en algo así como una virgen de las misiones, que bien que me lo decía Leticia, mi nana chiapaneca, quien algunas veces tenía momentos de sabiduría (popular, pero sabiduría, a fin de cuentas)... ah, sí, que me decía la Leticia: “¿Quieres conocer tus defectos? ¡Cásate! ¿Quieres conocer tus virtudes? ¡Muérete!” Y como tengo otras cosas más interesantes en qué ocuparme como para pensar en casarme o en morirme, ni caso le hice a la enana chiapaneca, solamente anoté su frase para compararla luego con el Diccionario de mexicanismos y comprobar, para fortuna de ella, que sí, que la frase venía ahí.
Bien, pero no iba a hablar de Leticia, mi ingrata nana chiapaneca, sino de la muerte de mi amiga Coudette, quien falleció intoxicada. Venir a ver. Morir intoxicada... y no se vaya a pensar que murió intoxicada con monóxido o bióxido de carbono, o con gas butano... No, señor, murió intoxicada por usar cosméticos caducados y, lo que es peor, corrientes, de esos que venden afuera de los mercados, en ese tipo de puestecitos que se han reproducido como hongos en temporada de lluvias y a los que, aquí entre nos, Coudette era muy afecta, porque muy fina, muy fina, pero a la hora de la hora, sacaba el cobre y se compraba ya no solamente cosméticos o accesorios, sino que llegaba al extremo, al horrorizante extremo... ¡¡¡de comprar ropa!!! Incluso ropa interior compraba Coudette en esos puestecitos.
Y ahí estoy yo, de alma caritativa: “Coudette, no seas tacaña y gasta tu dinero en cosas buenas. Mira que eso de andar comprando hasta los cosméticos en esos lugares... Ni la Maripili hace eso... No te va a llevar a nada bueno.” Ah, pero Coudette era un hueso duro de roer, sobre todo si de dinero se trataba... “No soy tacaña, soy administrada, que es muy diferente. Claro, como tú tienes tus tres tiempos completos en universidades del primer mundo, además de la herencia de tu padre, la de tu abuela y la pensión que te dejó el inútil de tu ex-marido...” Y eso sí hacía que me hirviera la sangre, porque le podía soportar todo, menos que se metiera con mi ex-marido, el pobre lento de Armandito, que no pudo haber cometido mayor pecado que ponerle a Coudette los puntos sobre las íes cuando descubrió lo que era un secreto a voces: que Coudette era una zorrona de cola esponjada y que le ponía el cuerno con un arquitecto, con un escritorzuelo y con un traficante de arte, además de tener sus frees... Claro que cuando Armandito vio el alacrán que traía encima, se sumió en el pozo de la depresión y yo, que soy algo así como un prozac natural, lo ayudé a salir del pozo ése y para que luego no se diga, me casé con él, en un matrimonio que duró una semana, tiempo suficiente para que Armandito se diera cuenta de que yo era mucha mujer para él y que no podría sostenerme el tren de vida al que estoy acostumbrada. La verdad, eso del matrimonio fue más por fastidiar a Coudette que por ayudar a Armando. Él, que es tan lento como generoso, me gratificó con una pensión que si bien no es mucho, sirve para pagarle su salario a la Maripili y poner una parte en una cuenta que le daré como indemnización cuando ya no pueda trabajar conmigo.
Total, que con esto que acabo de contar, tenemos para darnos una idea de lo que era Coudette... pero así y todo yo la quería mucho, la quise mucho, tanto como para asesorarla con su vestuario, que era prácticamente el mismo, porque una vez que le dijeron que se veía fabulosa, lo que hizo fue comprarse, en el baratillo, dónde más, distintos colores de la misma blusa, copia bastante austera de una blusita Louis Vuitton que yo misma le regalé, que combinaba lo mismo con jeans que con pantalones de corte sastre que le cosía la señora que también le preparaba de comer y le hacía el aseo del departamento donde vivía y a quien voy a ir a ver en cuanto tenga oportunidad, porque esa señora, además de darme algunos datos acerca de Coudette, es la única, además de mí, que seguramente la echará de menos.
Así que gracias a Coudette y su tacañería, se ve afectada la manera como querría yo haber comenzado este weblog, pero como ya había quedado con los editores que hoy comenzábamos, mi palabra está sobre cualquier otra cosa. Además, ahora debo hacer los preparativos necesarios para ir al velorio de Coudette, supongo que debido a las relaciones sociales de sus hermanas, estará bastante concurrido. Pero bien que me conozco a las amistades de su familia. Lo más seguro es que irán con el morbo de ver si la cara le quedó desfigurada por lo de los cosméticos, o todavía más, por ver si la sepultan maquillada o sin maquillar, que ése era un gran enigma, pues ni yo, que fui su gran amiga, la vi jamás de los jamases sin gota de maquillaje... ¿Tendría algo que ocultar Coudette? No lo sé y creo que ni me interesa... por ahora. Ahora, lo que quiero saber, es a quién le dejó el dinero que tenía, que debió haber sido mucho, tomando en cuenta lo “administrada” que fue.
p.s.: tiempo atrás, en el blurty, ya había publicado esto; hace días, buscando otros archivos, me topé con éste... por ahí andan otros que subiré luego

lunes, agosto 11, 2008

De "Sólo el humo permanece"

“Juguemos...
En este tapiz, continuamente tejido y destejido... en esta trama que es la vida, es necesaria la presencia de infinidad de hilos con diversos colores, tonos y texturas. Cada hilo, por separado, necesita matizarse con el color del tiempo, el tono de las otras personas, la textura de la otra persona.
Juguemos...
Como en los ya lejanos días de la infancia. Podríamos jugar a los hilitos de oro o, sencillamente, podríamos jugar a los hilitos de algo constituido por el tiempo, el humor, el amor y la paciencia... la convivencia y la conciencia de que estarás conmigo, tenue hilo de plata...
Juguemos...
Tú serías un hilo. Yo podría ser otro hilo. Entre tú y yo podríamos hacer un tapiz-nosotros. Tal vez ese tapiz podría ser digno de llevarse al concurso que es la vida y allí, ¿sabes?, no habría perdedores. Nosotros seríamos los únicos, felices, absolutos y eternos ganadores.
Juguemos..."
Y un súbito silencio cayó sobre nosotros, azorándonos...

domingo, agosto 10, 2008

"hay algunas cosas que me gustaría decirte..." (¿qué sabrás tú del dolor? master & servant)


à jerome (danke)
postproducción: quico de coco para Estudios Virtualia
me vuelvo al hospital, Yvonne y el pentotal...

jueves, agosto 07, 2008

cuando la tarde es ya acero y oro viejo...


as usual, aral usa armani code, eau de toilette pour homme, by giorgio armani. por su parte, paco usa lacoste pour homme. ambos beben absolut vanilla.
agradecemos a las autoridades de la ciudad de méxico y a los restauranteros de la calle gante las facilidades otorgadas para la realización de este fotograma.
paco aparece por cortesía de estudios virtualia.

miércoles, agosto 06, 2008

Chris Isaak, "Wicked Game"




Ciudad de México, 1990
Xalapa, 1991
Memories, memories, memories.
No creo necesario señalar que el video es de Herb Ritts...
Ni decir que Solo el humo permanece.....

martes, agosto 05, 2008

mirada tierna, cara y pose de retrato


Foto de Vannia Zeravla, bajo un concepto del Intronauta y Non Toxic, como parte del proyecto Le Mans y Single en imágenes.
Postproducción: Quicodecoco, realizada en los Estudios Virtualia.
and no one could save me but you...

lunes, agosto 04, 2008

tengo huevita poner algo en el huevlog


Hoy me volví a parar a las 6 de la mañana, luego de meses de no hacerlo...

domingo, agosto 03, 2008

Aquí vivía yo


Adiós, adiós, mi vida; te digo adiós.
Te digo adiós, mi vida, adiós amor.
Te quedarás tan solo en tu contradicción.
Te quedarás tan solo en el mundo.
"Aquí vivía yo": Teresa Iturrioz / Ibon Errazkin
El sábado, con la entrega de las llaves del departamento del IMAN di por concluida mi estancia en ese lugar que, ya en las últimas semanas, me malviajaba bastante, pese a no tener ninguna queja al respecto. Cuando estuvo ahí por primera vez, Frejis me dijo: "es frío" (y no de temperatura); Tati me dijo: "es feo que esté al lado de un cementerio"; César: "tu situación ahí era rara por x, y y z"... and so on.
Como sea, eso ya quedó atrás y ahora estoy muy a gusto en la perrerita nueva, de la que luego subiré fotos y tal, nada más que termine de arreglarla, que ya quiero hacer la presentación oficial ante las amistades.
p.s.: la cancioncita (por pequeña: ésa es toda la letra) de le mans, además de ser de mis favoritas, es la que le da título a lo que fue el último disco del grupo y cuya portada original era una N y los e.p.'s previos tenían como portadas una F y una I, o sea, FIN...