jueves, septiembre 27, 2007

qué vida...


Esta semana, y cuando el tiempo y el estado anímico así lo permiten, he estado escuchando, casi hasta el hartazgo, un e.p. de La Buena Vida: Harmónica, publicado en 2002, por siesta records.
Se trata de un grupo al que conozco desde hace ya como 12 años y del que siempre quise tener más música, deseo que quedó trunco hasta principios de agosto de este año, cuando mi amiga konny me hizo llegar el material que de ellos había podido conseguir santi rex.
Casi al azar, metí en el nokia tres álbumes, siendo uno de ellos Harmónica, integrado por siete canciones: “San Francisco” (una instrumental excelente), “¿Qué puedo hacer, Señor?” (“Y de nada sirve que me digas / que tú siempre a mi lado irías / si sola voy mejor”, dice en alguna parte de la canción), “Blues por Charlie” –Parker, quiero suponer... y fuera de Cortázar, no lo he visto referenciado en ningún otro texto ‘contemporáneo’--, (de ésta, me gusta mucho la parte que dice: “La nota triste está y debe estar por siempre / y aunque la gente diga que no, amor, / será que mienten y ya no sienten siquiera amor, dolor ni nada”. La ambigüedad de la primera oración está bastante bien lograda), “Mirando atrás” (Aquí, varias de mis amistades podrían encontrar agradable la siguiente declaración: “Parece que hay que ser feliz a toda costa porque sí / y que es tan fácil como ir a pasear”), “Se parece tanto a ti” (que recuerda mucho a lo que hacía La Buena Vida a principios de los 90, aunque la siento un tanto fuera de lugar en este disco, la verdad), “La promesa” (que es la que menos he escuchado del e.p., así que mejor no digo nada) y “Qué vida” (con mucho, una de las mejores canciones del pop hispánico que haya oído jamás, la verdad).
“Qué vida” es una de esas canciones donde nada sobra y todo está tan bien equilibrado que se pone chinita la piel nada más de escucharla. Temáticamente la podría relacionar con “A cada paso” (cantada por Luz Casal, sip, pero compuesta por ella y una de las Vainica Doble, así que la familia espiritual sigue creciendo) y en seguida se verá por qué: “Me importa, no estuvo bien, / debí pensar primero. / No es la última ni será la primera vez / que vuelva a tropezar”. Ahora sí, como diría Gil de Biedma: “pero también, la vida nos sujeta porque, precisamente, no es como la esperábamos” (y debo señalar que cito de memoria).
¿En qué consiste el tropiezo? Nunca se dice, pero se enumera una serie de posibles causalidades: “La vida es tan compleja bien solo o en pareja / pero todo podría ir bien; / el piso, el compromiso, el guiso de la abuela [una serie de rimas con fuertes remanentes berlanguianos que da gusto escuchar] / me quiso, no me quiso, no sé ni si me importa [ahora sí, como diría alguien por ahí: ‘toma, perro, en el hocico’] / será mi arteria aorta que ya no me soporta más”, línea, esta última que, si bien es cierto que no dice nada nuevo, tiene la gracia de dirigir la atención no al corazón, sino a la arteria aorta; esto es, a la madre de todas las arterias (con excepción de las pulmonares, claro está) y que, entre alguna de sus características, destaca por ser sumamente elástica y si ya no aguanta, sin duda será porque la vida es verdaderamente difícil, por no decir imposible.
No sé, de verdad, cuántas veces he escuchado esta canción durante la semana, pero han sido muchas, tanto que hace un rato las estuve contando con los dedos de las manos, que se acabaron pronto, y me seguí con los de los pies, que también se acabaron pronto. Luego me puse a contar con pastillitas de dulce, pero me las acabé antes de poder llegar a la vez n...
No era consciente de esta fijación mía hacia una canción que me gusta, hasta que hace tiempo, un amigo a quien llamo Mauricio en Sólo el humo permanece, me preguntó que si todavía seguía escuchando una misma canción durante toda una tarde... y es que, pobre de él y de otras amistades, una vez, en el DF, les tocó soportar durante varias horas, la escucha de “Me odio cuando miento”... y a otras les ha tocado “Como un flan” y así por el estilo.
Ay... qué vida. (ah, y la canción sigue...)

viernes, septiembre 21, 2007

"¡¡¡traes un derrame en el ojo!!!


ésa fue la frase con la que ayer me saludó medio mundo en el lugar donde trabajo; luego de decirles que el rojo me sienta bien, en mi interior no hice más que felicitarlos por su aguda capacidad de observación. cuando mi jefa me preguntó acerca de la posible causa, mi respuesta se redujo a una sola palabra: "estrés" y es que no la puedo atribuir a ninguna cosa más...
a ritmo de las pet shop boys: "what have i done to deserve this?"

miércoles, septiembre 19, 2007

ya hace un año...

Bajo el anochecer inmenso,
Bajo la lluvia desatada, iba
Como un ángel que arrojan
De aquel edén nativo.

Luis Cernuda


La mañana del martes 19 de septiembre de 2006 parecía tranquila. Fuera de una discusión, vía email, con Agustín, acerca de la letra de “Deja la lujuria un mes”, de San Carlos Berlanga, el reloj corrió sin mayores incidentes, que no fueran estar oyendo varias veces el Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga.
Luego de salir del trabajo, pasé un rato al centro de este ejido conurbado del DF en el cual estoy desde hace poco más de un año. Pensaba en qué ocupar el domingo en caso de que mi amigo Arturo decidiera venir (en caso de que yo hubiera ido al DF, habríamos terminado en Havre, como ya lo teníamos planeado).
Arturo andaba de vacaciones en Cuautla y tenía planeado volver al DF el miércoles al mediodía. Sin embargo, la noche del martes 19 de septiembre de 2006, cuando cruzaba la calle para llegar a su hotel, un auto lo atropelló y, para su fortuna, R2 (como le decía de tiempo atrás a Arturo) falleció en el acto. Un accidente tan estúpido en una persona tan ordenada es algo que “te marca para toda la muerte” (Agustín dixit y, rara avis, esta vez estoy de acuerdo con él).
Hoy hace ya un año de ese accidente y, la verdad, sigo echando de menos a uno de los amigos más especiales que me haya regalado la vida, porque, hasta eso, tengo muchas y buenas amistades. Cada una de ellas, singularmente únicas.
Sin embargo, como le comenté a Paco cuando le comuniqué la muerte de Arturo: sin él, el mundo, mi mundo, es un poquito más aburrido...

Adiós, adiós, adiós.
Volveremos a vernos.
Adiós, adiós, adiós.
¿Qué tal por la eternidad?

Fangoria

lunes, septiembre 17, 2007

a través del espejo... y lo que el intronauta encontró allí

Hoy, en el sitio en el que trabajo, convocaron a una reunión de planeación... hasta el jueves, dicha reunión no estaba planeada. Por eso mismo, hoy no hubo café soluble ni caja con galletitas para los asistentes. Citada para las 11 de la mañana, la reunión comenzó media hora después, con la asistencia de menos de la mitad de los convocados; ni siquiera los directivos estaban (“Voy al banco y en cuanto regreso me integro a la reunión”, me dijo alguien de ellos). Definitivamente, y como dijo alguna vez un personaje de Almodóvar: “La realidad es tan dura que deberían prohibirla”.
Imaginemos un lugar al que asisten Homero Simpson y Barney (de Los Simpson), la Reina Blanca y el Sombrero Loco (de Alicia), el Gigante y el Hombre que vino de otro lugar (de Twin Peaks), Chus Lampreave en cualquier personaje de los que ha hecho para Almodóvar y muchos seres de esa misma familia... Eso fue la reunión. Importante reunión, toda vez que se nos pide, para el próximo viernes, entregar una evaluación de algo que, en lo que a los asuntos que a mí corresponden, ni siquiera ha comenzado a operar. Al comentar eso con la junta de planeación, me dijeron que evaluara “eso”. Mi respuesta, como suele ser en estos casos, fue un “Duh???” que no fue contestado.
Desde hace un año, al menos, la historia funciona igual: recuerdo las reuniones en las que se hacía proyectos acerca de tal o cual situación, se proponían diversas estrategias operativas e, incluso, se nombraba a ciertos responsables. Media hora después de terminada la reunión, se nos decía que nos olvidáramos de todo eso, que no procedía.
Hoy pudo haber pasado algo parecido, pero nadie lo comentó... o casi nadie: mi compañera a la izquierda me hizo un comentario revelador: “Es que todo esto, así como está, va destinado al fracaso”. Mientras, mi compañera a la derecha, me preguntaba: “Sin afán de ofender... ¿tú entiendes lo que dice X? Habla muy raro: ¿Qué es eso del ‘meta-análisis’? Tampoco entiendo lo del subproducto...”. Mi respuesta fue que ella la llevaba de gane, porque en lo que a mí concernía, la verdad, no entendía nada... ni siquiera mi presencia ahí.
Y es que todo eso se convirtió en una especie de terapia grupal, en la que cada quien sacó a desfile sus fantasmas personales: que si soy muy incisivo, que si no me hacen caso de nada de lo que digo, que si no entiendo ese tipo de trabajos, que si no es que no quiera trabajar pero eso es demasiado, que si me tienen que dar tiempo extra y descargarme de clase y de labores administrativas para hacerlo, que si no había café soluble ni caja con galletitas, que si no soy yo y son los demás, que no es cierto que no se haga investigación en ese lugar, que si las compañeras psicólogas ya habían señalado que hay que reformular el plan de estudios y eso es investigación (al menos en ese lugar), que si la cafetería volverá a funcionar en este semestre, que si yo no sé y que lo resuelva Vargas, que si patatín y que si patatán.
La reunión, planeada para una hora de duración, terminó a las tres de la tarde. Todos salimos con la consigna de evaluar “eso”, sin que se nos haya indicado qué factores tomar en cuenta y, lo más grave de todo, sin haber bebido café soluble ni haber comido galletitas de esas que tienen guardadas desde hace tanto tiempo que cuando uno las prueba, pese a estar guardadas en paquetes sellados, tienen un sabor a humedad y a abandono tan penetrante que permean la realidad circundante.
Quizás el problema surja de las galletitas y del café soluble que, digan lo que digan, no es café sino un sucedáneo (del café mismo y de la realidad circundante) que, venir a ver, sirve porque no sirve; si sirviera, no serviría...

domingo, septiembre 02, 2007

Susan Sontag, Eliot, Carlos Berlanga y Bibi Piluskis

La relectura de “Notas sobre lo camp”, de Susan Sontag, me ha dejado, para variar, pensando... pensando no tanto en el ensayo sino en su autora: creo que la característica de SS que más me atrae es su honestidad intelectual; además de que, con motivo de ese escrito, se centra, con una claridad abrumadora, en algunos pensamientos que han andado revoloteando en mi interior desde hace varios días, y con respecto a esas "Notas", es de agradecer su ética.
Lo primero, y por dar un ejemplo, queda expresado desde el inicio mismo de su escrito: “Muchas cosas en el mundo carecen de nombre; y hay muchas cosas que, aun cuando posean nombre, nunca han sido descritas”. Para que se entienda a lo que me refiero con esto, remito a la entrada del jueves 26 de julio de 2007, “El orgasmo de Bree Van De Camp”. Claridad, brevedad y sencillez es lo que se advierte, de entrada, en esta idea de SS. Podría relacionarlo, por ejemplo, con el poema inicial del Old Possum’s Book of Practical Cats, “The Naming of Cats”; en él, Eliot menciona los tres nombres con que cuenta un gato: el nombre familiar, el nombre particular del gato “that never belong to more than one cat” y, venir a ver, el nombre que solamente el gato conoce (1). La relación entre el postulado eliotiano y el pensamiento de SS resulta tan evidente que decir algo más al respecto sería enredarlo. La concisión lograda por la autora de estas notas pertenece a ese tipo de ideas que en algunas ocasiones me hacen decir: “eso es exactamente lo que pienso, pero expresado de la manera correcta”.
Sabedora del quimérico terreno en que se había metido al tratar de hablar sobre lo camp, menciona dos limitantes clave: “hablar sobre lo camp es traicionarlo” y, varias líneas más adelante comenta que le “ha parecido que las notas serían la forma más apropiada de atrapar algo de esta sensibilidad particularmente huidiza” y, en seguida, elabora 58 notas en las que expone lo camp. Y quiero subrayar el verbo exponer; no explica, no define: expone. En las dos citas entresacadas de esas notas se advierte la honestidad intelectual de la que hablaba al principio de este escrito: algunas otras personas habrían optado por escribir cualquier cosa al respecto, aunque fuera sandeces, o bien, pudieron haber optado por callar, como lo había hecho medio mundo hasta antes de SS... y es que lo camp no es algo que ella invente o descubra, sino algo de lo cual decide esbozar algunos rasgos.
Luego de leer sus notas, descubro que tan camp son algunos de los textos de Lorca, por ejemplo, como ciertos pasajes de poemas de San Juan de la Cruz, o bien, la producción en bloque (canciones, textos literarios, pintura, cómics y él mismo en sí) de Carlos Berlanga. Por favor, y como lo señala SS, no confundir lo camp con lo gay: cierto que toda una serie de manifestaciones artísticas y vivenciales de la comunidad gay entran en lo camp, lo que no quiere decir que todo lo gay lo sea. Ejemplo de una sensibilidad camp que no tiene nada que ver con el mundillo gay es la narrativa de Francoise Sagan, junto con sus entrevistas y, valga decirlo, con su modo de vida. Sin embargo, tampoco se debe perder de vista aquello de “hablar sobre lo camp es traicionarlo”... y no puedo evitar que venga a mi mente “Traición”, una de las canciones más representativas de Carlos Berlanga... y de lo camp: “Tú y tu vanidad a lo Sagan... y yo como uno más. Falsa, pero qué falsa. Qué buena actriz: todo me lo creí...”.
“Notas sobre lo camp”, como algunos otros de los textos que integran Contra la interpretación, gozan de un status de textos clásicos de la cultura contemporánea. Como sucede con la producción de Roland Barthes (y remito a él a propósito de SS), advierto en los ensayos de SS una mirada tan crítica como poco convencional que toma como base una honestidad que es cada vez más rara de hallar.

(1) Eliot, se sabe, era fan de los gatos. A mí me gustan los perros y es de sobra conocida la adoración que tengo hacia Bibi Piluskis. Aquí están sus dos primeros nombres; estoy seguro de que el tercero se lo llevará, con todo y sus largas orejas, a la tumba.