domingo, octubre 28, 2007

cambio de horario... ¿y si cambio de idea porque sí?

Despertar agripado el domingo del cambio de horario de verano no es una buena idea. Anoche, al irme a cama (muy temprano, valga decirlo: a las 9 de la noche) pensé que por la hora en que me había ido a dormir (gracias a la maldita gripa que me estuvo acosando desde el jueves) me despertaría temprano, lo que traducido al cambio de horario sería más temprano que los otros días...
El primer intento de despertarme fue a las 4 de la mañana del horario anterior; es decir, a las 3 del nuevo horario. ¿Levantarme a esa hora un fin de semana? De ninguna manera. Batallé un poco para dormirme pero, al fin, lo hice.
Dormí hasta las 8 del horario anterior y me desperté porque estaba teniendo sueños que, de prolongarse, sabía que me harían sentir cierto malestar anímico y como no ando para eso, se encendió el mecanismo de emergencia y listo: wake up, wake up...
Fue despertarme y verificar horarios y eso: me desperté a las 7 del horario nuevo, acomodé los horarios de los celulares, vi que el día oscilaba entre nubes y sol, escuché que sigue el maldito vientecillo que es la causa principal de mi gripa, me di cuenta de que no había agua embotellada en casa e ingenuamente salí, con gripa y todo, a buscar en las tiendas de la manzana en la que vivo. Nada, que mi ingenua mente se equivocó y no había ninguna tienda abierta... y el Súper Compras lo abren hasta las 9 (del horario nuevo, que conste).
Llegué a casa, me preparé un delicioso y aromático café caracolillo y me puse a revisar páginas de internet, de fotografía, sobre todo, mientras me pongo a tomar notas para dos trabajos que tengo pendientes: los comentarios a la segunda sección de Compañeros de viaje y un trabajo de literatura comparada acerca de dos cuentos de Elena Garro y de Ulalume González de León. Espero que la cuerda me dure lo suficiente como para dejar listos los puntos en que se dividirá el primero y para avanzar en cualquiera de los tres puntos de que se divide el segundo.
Lo único que me choca de esto de la gripa es que no voy a poder ir hoy al DF... y con lo que me gusta andar por allá, sobre todo los fines de semana... (aunque siempre podría pasar que, al final, me decidiera a ir pero... "¿y si me explotan los implantes?")

martes, octubre 23, 2007

Fragmentos de algunas conversaciones magnetofónicas entre á+ y NT, en febrero de 2007

Preguntar por qué se escribe lleva su fondo de perrería, definitivamente. O sale uno con una respuesta que da para desarrollar un ensayo o un tratado, o dice uno cualquier cosa, con tal de salir al paso. Supongo que, en mi caso, va para el segundo sitio. Más que tratar de contestar por qué, creo que más bien sería ver cuándo... y la necesidad de escribir, para mí, se presenta cuando la realidad resulta insuficiente... literalmente. Sea que le falte algo a la realidad, o que le sobre, pero escribir tiene que ver con eso. Y escribo, en primer término, para mí mismo y ya luego, para dos o tres de mis amistades. No se olvide que una de mis pasiones es estar escribiendo mails, cartas o las entradas del güeblog... luego de mí mismo, pienso en ciertos interlocutores y casi siempre, mientras escribo, imagino la cara que pondría alguien o en lo que ese o esa alguien podría contestar u objetar a lo que hago.
Entre escribir y publicar hay un universo de diferencia. Siempre que se habla de publicar, pienso en aquel fragmento de “Mi novela autobiográfica”, de Le Mans, donde Jone canta aquello de “No me hace ilusión esto de escribir ni de publicar... ser reconocida”. Escribir sí me hace ilusión, pero eso de publicar... casi siempre que publico en algún medio impreso, lo hago por insistencia de alguna persona, o por exigencias académicas. Me explico: varias de mis amistades salen luego con “ah, pasa esto para publicarlo” y como yo por amistad puedo hacer muchas cosas, pues, publico, aunque luego me dé algo ver lo publicado (por eso mismo, casi nunca leo lo que me imprimen en libros o revistas o suplementos). O luego sale lo de que hay que publicar alguna reseña que se presentó para alguna clase o para alguna presentación de libros o que si hay que preparar alguna introducción para algún tema en particular. Sólo así publico, que si no...
Hace años, a principios de los 90, y de mi affaire con la literatura, sí me llegó a interesar publicar y ahí estaba yo, escribiendo cosas para San Luis, para Guadalajara, para Xalapa... después llegó eso de publicar en fanzines españoles... pero luego me aburrí y dejé de escribir crónicas, comentarios, reseñas, entrevistas, traducciones, ensayillos bobos... y entré en un periodo de amuermamiento, del que salí cuando me di cuenta de que no me hacía mucha gracia eso de publicar. Pensé que era mejor pensar más y escribir menos. Y como ahora casi ni pienso...
Lo del güeblog no es precisamente una publicación. Sé que tres o cuatro de mis amistades lo leen con atención y a veces hasta me dicen “metiste la pata en esto” o cosas parecidas, pero no es lo que entiendo por publicar-publicar. De todo lo que escribí en el blurty, rescato algunas cosas, que no ha de ser ni el 10% de lo que redacté. De esto del blog de ahora, habrá por ahí algunas cosas que, supongo, servirán luego para algún articulillo o para alguna clase... sí, para alguna clase.
Recuerdo cuando estaba en Providence, una vez, platicando con el Profr. Bou acerca de cierto tipo de poesía como la de Gloria Fuertes o parte de la obra de Gabriel Celaya, le comenté que se relacionaba, y mucho, con propuestas como las de Vainica Doble, Mocedades, Family, Le Mans. Cuando me pidió algunos argumentos, se los presenté y me dijo luego que eso daba para algún curso, que lo pensara bien. Pero ya dije que ahora casi ni pienso.
Creo que si ahora escribiera algo pensando en publicar, lo haría en el estilo de Roland Barthes (¡tengo que volver a leerlo!) o de Susan Sontag (una verdadera diva de lo suyo, ya lo sabes); Francoise Sagan es otra cuyo estilo, en el campo de la ficción, me gusta. Otra idea es escribir imitando varios estilos y sobre temas disímiles. No sé... un ensayo al estilo Borges, para enfocarse en el tema de la importancia de las telenovelas en México. Otro al estilo de Eliot para hablar de Le Mans. O uno a lo Susan Sontag acerca de Family... o uno a lo Gil de Biedma para las Fangoria. Eso sí que sería muy divertido y tal vez lo haga algún día. Para las amistades, claro.
No, la escritura de versos es otra cosa y dudo que alguna vez llegue siquiera a intentarlo otra vez. Creo que me resulta menos difícil escribir prosa. Hay por ahí un cuentecillo que tal vez suba luego al güeblog, en partes... pero no me gusta hablar de estos temas. Dejémoslo así: escribo cuando/ porque la realidad me resulta insuficiente. C’est tout...

sábado, octubre 20, 2007

Juana Meléndez (1914-2007)

Con la muerte de Juana Meléndez el día de ayer, casi se cierra un capítulo tanto en la historia literaria de Ese Lugar, como en mi vida personal. Si lo primero me tiene un tanto sin cuidado debido a que la relación amor-odio que tengo con Ese Lugar tiene tiempo detenida en el segundo de ellos, lo que atañe a mi relación amistosa y de magisterio con la maestra Juana, como la llamábamos algunos de su ex-alumnos, me ha puesto a pensar varias cosas...
Hubo una época en la que solamente me juntaba con personas mucho mayores que yo: a la amistad que puede llegar a surgir dentro de un salón de clase se le aunó la amistad nacida de las afinidades electivas, terminada, venir a ver, con la muerte de dichas amistades: Librado Basilio (¿?-1994), Ana María Julián (1908-1994), Joaquín Antonio Peñalosa (1922-1999), Rafael Montejano (1918-2000) y Juana Meléndez (1914-2007). Queda todavía una de esas amistades, de aquí que “casi” se cierre un capítulo.
A Juana Meléndez la conocí por allá de 1988, cuando todavía coordinaba el Taller de Literatura de la UASLP y cuando todavía ostentaba el carácter tan duro que tantos y tantos problemas le había de causar, académica y personalmente. La relación amistosa entre los dos surgió paulatinamente y, como suele suceder, terminó involucrando a mi familia: con el tiempo, mi padre se convirtió en asiduo lector de sus poemas y encontraba agradable comprar libros de ella para regalarle a sus amistades; de vez en cuando la maestra le enviaba regalos a mi madre y Vannia y ella se hacían bromas un tanto pesadas... Incluso, en alguna ocasión, la maestra jaló de los cabellos a mi sobrino José Octavio, luego de que él le había enseñado la lengua...
Como suele suceder en prácticamente todas las relaciones amistosas, en la nuestra hubo vaivenes, originados por la terquedad de ambos. De 2002 a la fecha hubo varios y pese a la innegable estima existente entre nosotros, ninguno de los dos hizo nada por comunicarse luego de cierta tarde veraniega de 2003. No obstante, ambos nos ingeniábamos para saber uno del otro (la ventaja de contar con amistades mutuas, no cabe duda).
Pese a haber participado en la edición de varios de sus libros (Tratando de encender palabras, Algo de mí te llevas, Alacena de cuentos, Chosen Pages y su Obra poética), no había punto de acuerdo: ella siempre supo que su propuesta poética jamás terminó de convencerme y yo, a la fecha, sigo tratando de explicarme por qué hay poemas que, a pesar de todo, funcionan y se quedan grabados luego de una o dos lecturas.
Justo ayer por la tarde, en el DF, acompañado de mi amiga Yudis, reflexionaba acerca del significado de la amistad, de sus derechos y obligaciones. Por segunda vez en el día salió por ahí el nombre de Juana Meléndez, asociado con los límites de la amistad. En la mañana, platicando con Sergio y con Gonzalo Lizardo, le contaba al último aquella inútil discusión con la maestra, a propósito de los avatares del alejandrino español.
Hacía años que la maestra Juana estaba muy cansada; así lo decía y así se le sentía. De vez en vez bromeaba con ella y le decía que tomara vitaminas, por si acaso corría la misma suerte que su madre, quien falleció hace poco tiempo, como a los 112 años de edad. Recuerdo cuando una tarde que fui a su casa me dijo: “Fíjate que estoy muy triste, porque murió mi mamá, en Monterrey”. Al preguntarle si no iría y tal y cual, su respuesta fue muy suya y creo que la retrata de cuerpo entero y en tercera dimensión: “¿Para qué?”
La muerte de su padre sí que la afectó... tanto que años después aún la entristecía y la llevaba a decir que sentía remordimientos por la forma en que falleció. Tiene dos poemas al respecto: “Mi padre” y “Dicen que murió a las doce”. Estos dos, con sus defectos estilísticos y su enorme carga afectiva, pertenecen a esa serie de textos suyos que, de verdad, me intrigan...
Ahora, además de sus poemas, quedan por ahí, y para mí, algunos recuerdos de tardes y noches de amistosas conversaciones y lecturas de textos, acompañadas de café, licor de anís, whiskey y humo de cigarros.
Sí, sólo el humo permanece...

jueves, octubre 18, 2007

bustos de Á y A conversando en paisaje metasísmico

--Me sorprende que un fin de semana entero se vaya en puro perder el tiempo…
--Hay algo más grave aún: que un día laborable termine con la sensación de no haber hecho nada, luego de estar ocupado todo el día.

viernes, octubre 12, 2007

(in)justicia mexicana

El 16 de septiembre de 2007, dentro de los festejos por la conmemoración del inicio de la Independencia de México, los hijos de Felipe Calderón Hinojosa (aka, el Presidente), lo acompañaron en el balcón de Palacio Mayor, para ver el desfile militar.
Para tan solemne ocasión, los niños varones fueron con sendos trajecitos militares, muy monos, que los hacían parecer altos jerarcas militares en pequeño; tanto que llevaban insignias militares reales. La hijita de Calderón iba con unas trencitas que la hacían verse linda; las trencitas llevaban los colores del lábaro patrio.
Tanto las insignias como los colores tienen derecho reservado de uso; las primeras, para los militares; los segundos, para actos oficiales. Lo mismo aplica para la bandera. Quien haga uso indebido de éstos, debería ser sancionado legalmente. Pero en aquella ocasión, casi nadie dijo nada al respecto.
En días pasados, se soltó la escandalera porque Paulina Rubio salió en alguna revista, cubierta solamente por el lábaro patrio... y se habla de sanciones económicas equivalentes a 2,800 euros, o bien, a ser arrestada durante 36 horas. Cuando de hacer escándalo se trata, se hace por cualquier cosa.
No recuerdo cuándo fue que la misma Paulina fue severamente criticada por haber asistido a la entrega de algunos premios musicales, ataviada con un vestido lindo que, al dar la espalda la Chica Dorada, dejó su región glútea al descubierto.
No entiendo, de verdad. Si sale desnuda, porque se desnuda; si sale cubierta, porque sale cubierta. Cierto que la Bandera Nacional es símbolo del país y que la mayoría de los símbolos se respetan, aunque sea por convencionalismo social. Y tan símbolo es la bandera como sus colores como las insignias militares.
¿Por qué en un caso se guarda un silencio casi sepulcral y en el otro se hace una alharaca de muy Padre y Señor Mío que, la verdad, aburre? Es curioso que este bochinche se haga justo cuando se cuestiona muy severamente al Gobierno Federal por su “lentitud” para investigar si existe o no enriquecimiento ilícito por parte del so called presidente del cambio (de vestuario, quiero suponer), Vicente Fox. También, es curioso que eso se presente cuando la escalada de precios por el reciente aumento al costo de la gasolina empieza a surtir efecto en los bolsillos de los consumidores.
Por supuesto, que muchas personas estamos en contra de la sanción a Paulina, quizás no por las mismas razones, pero de que estamos en contra, lo estamos. Hay varios sitios de internet donde se puede votar a favor o en contra de dicha sanción. Entre los que he podido visitar, la votación en contra de la sanción es, en promedio, de un 75%. Así como hace años existió el site Free Winona [Ryder], sería bueno hacer uno para Pau Pau, ¿no?