miércoles, septiembre 19, 2007

ya hace un año...

Bajo el anochecer inmenso,
Bajo la lluvia desatada, iba
Como un ángel que arrojan
De aquel edén nativo.

Luis Cernuda


La mañana del martes 19 de septiembre de 2006 parecía tranquila. Fuera de una discusión, vía email, con Agustín, acerca de la letra de “Deja la lujuria un mes”, de San Carlos Berlanga, el reloj corrió sin mayores incidentes, que no fueran estar oyendo varias veces el Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga.
Luego de salir del trabajo, pasé un rato al centro de este ejido conurbado del DF en el cual estoy desde hace poco más de un año. Pensaba en qué ocupar el domingo en caso de que mi amigo Arturo decidiera venir (en caso de que yo hubiera ido al DF, habríamos terminado en Havre, como ya lo teníamos planeado).
Arturo andaba de vacaciones en Cuautla y tenía planeado volver al DF el miércoles al mediodía. Sin embargo, la noche del martes 19 de septiembre de 2006, cuando cruzaba la calle para llegar a su hotel, un auto lo atropelló y, para su fortuna, R2 (como le decía de tiempo atrás a Arturo) falleció en el acto. Un accidente tan estúpido en una persona tan ordenada es algo que “te marca para toda la muerte” (Agustín dixit y, rara avis, esta vez estoy de acuerdo con él).
Hoy hace ya un año de ese accidente y, la verdad, sigo echando de menos a uno de los amigos más especiales que me haya regalado la vida, porque, hasta eso, tengo muchas y buenas amistades. Cada una de ellas, singularmente únicas.
Sin embargo, como le comenté a Paco cuando le comuniqué la muerte de Arturo: sin él, el mundo, mi mundo, es un poquito más aburrido...

Adiós, adiós, adiós.
Volveremos a vernos.
Adiós, adiós, adiós.
¿Qué tal por la eternidad?

Fangoria

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