viernes, diciembre 15, 2006

De "Sólo el humo permanece"

-- Huguito... ¡Huguito, hijito!..... ¡¡¡Hugo, te estoy hablando!!!
-- Ya voy, abuelita, ¿qué quieres?
-- Mira, ya se me hizo tarde para la comida. Ve corriendo a la tortillería, compras un kilo de tortillas y de pasada te traes un queso. Voy a hacer unas enmoladitas bien ricas. ¡Vas a ver que te van a encantar!
-- Ay, abuelita. Acabo de llegar de la escuela. Estoy cansado. ¿Por qué siempre tengo que ir yo? Manda a mi tío Roberto... o dile a Ángel que vaya, total, él también va a comer...
-- ¡¡¡Pinche muchacho huevón!!! Pero se te va a ofrecer algo y entonces sí, a ver cómo nos arreglamos. Sácate de aquí, desgraciado...
-- No se apure doña Carmen, yo voy. No estoy haciendo nada.
-- Ay, Ángel, qué pena contigo. Pero ya ves este muchacho... Y yo así sola como estoy, ya vieja y toda fregada. Pero la culpa la tiene mi marido, por dejarme malacostumbrada a tener criadas... porque teníamos criadas, Ángel, ¿no te lo he contado? Porque resulta que...
-- Mire, doña Carmen. Ahora que vuelva de las tortillas me cuenta, ¿le parece bien?
-- Ay, hijito, tú siempre tan comprensivo. De verdad que le haces honor a tu nombre. Si desde que te vi dije “Ah, ese muchacho se ve educado y decente...” Si mi visión no me engaña... ¿No viste por ahí mis otros lentes?

***

-- ...Pues sí, entonces, cuando me quedé viuda, me quedé en la calle y con mis cuatro hijos por mantener. Si por eso estoy así de jodida y ahora los cabrones no me vienen a ver y ni siquiera me dan mi dinerito que tanta falta me hace... Por eso mismo tengo que estar manteniéndome yo sola, de no ser por esta casita de huéspedes que tengo... Además, ya ves, hasta tengo que estar de pilmama de ese pinche muchacho huevón del Hugo. Pero le voy a decir a su madre que lo lleve para otro lado... Yo ya no puedo, de verdad que no puedo. No es por hacerme pendeja, pero tú has visto cómo estoy de mala... Pero, bueno, ya están tus enmoladitas, cómetelas antes de que se te enfríen.
-- ¿No le va a hablar a Hugo?
-- No. Que trague cuando se le hinchen las verijas. Desgraciado...
-- Abuelita, abuelita... Ya vine a comer... ¿Me preparas mis enmoladitas?
-- Ahora sí, ¿verdad, cabrón? Pues ahora te me vas mucho a la chingada y no te hago ni madres... “Ay, no, abuelita estoy cansado...” Pues ahora la cansada soy yo... Sácate de aquí que no te quiero ver ni en pintura...

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