martes, diciembre 11, 2007

50 años de la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. toma III

Para variar, el jueves que me tocaba la presentación en Xalapa, no había terminado-terminado lo que iba a leer; es decir, ya estaba terminado, pero no estaba listo. Así que me desperté a las 6, le di sus últimos toques y luego me dio sueño y me volví a dormir... hasta las 9.45 de la mañana. La lectura era a las 11 y todavía me faltaba ir a comprar el boleto de vuelta al DF, desayunar e imprimir el trabajo.
Todo eso se hizo, como dicen donde trabajo, “en tiempo y forma”. Llegué a la Facultad y, como siempre, tuve una sensación muy rara de volver a un lugar que “ya conozco” y que, sin embargo, siempre es tan distinto. Algunos maestros por ahí y fauna totalmente nueva...
Poco antes de comenzar la lectura, José Luis me entregó el cd de Single, Pío Pío, que me trajo desde España en su viaje de Semana Santa. Entonces le dije: “Perfecto. Yo venía por mi disco. Nos vemos pronto”... Pero ya había gente en el Auditorio de Humanidades y me tuve que quedar.
Tampoco es que hubiera mucha gente, algo así como 10 cuerpos (o nueve y medio, dada la altura de una de ellas). Tampoco se trataba de esperar más gente, si ya antes, una profesora a quien cada vez le salen peor sus ejercicios de hipocresía me encontró y antes de saludarme me dijo: “aaaaaaaaaaaaaaaaaaaay álvar fááááááááááááááááñez, qué gusto verlooooooooooooo. Qué peeeeeeeeeeeeeeeena pero no voy a poder estar en su lecturaaaaaaaaaaaaaa. Tengo exameeeeeeeeeeeen y si lo suspeeeeeeeeeeendo, los niños me mataaaaaaaaan”. Y yo, para mí: “claro, sobre todo si sigue haciendo sus exámenes memorísticos de literatura medieval”.
Total, que empecé con la lectura, previa sesión pública de viboreo entre José Luis y yo. Él: “hace 15 años NO estuviste en el escenario”. Yo: “Para las burradas que estuvieron leyendo mis queridos compañeros, tipo ‘el centro no está en el centro, sino que está en la orilla, que no es la orilla, sino el adentro de un afuera que debido al falogocentrismo enunciado por Derrida...’. Además, supongo que hice berrinche por algo. Ya ves que era más berrinchudo en aquel entonces”.
Luego, el final de la presentación que hizo acerca de mí fue más o menos como sigue: “Cuando el humor y el tiempo así se lo permiten, redacta una novela, Sólo el humo permanece, desarrollada en un lugar que muy bien puede ser Xalapa, en un periodo que muy bien puede ser el de 1990 a 1994 y con personajes que pudieron haber habitado esta ciudad o esta Facultad durante esos años”. Y eso bastó para que dos o tres caritas asistentes se vieran entre sí con cara de apuro.
Empecé con la lectura, dedicada a cuatro amigos que le debo a Xalapa: Librado Basilio, Carmen Marín, Alejandro Higashi y José Luis. Tuve que cortar mi rollo porque me quiso ganar la emotividad y como ya se sabe lo sensible que puedo llegar a ser en esos casos, se me quebró la voz y me iba a poner a llorar.
Creo que al terminar la lectura, parte del objetivo estaba cubierto, porque algunas muchachas de la Facultad se acercaron a preguntar dónde podían conseguir el libro de Ulalume, porque les habían gustado mucho los fragmentos que leí.
Luego, salí a viborear un rato a la Facultad y entre pláticas con José Luis y Ricardo, se soltó una tormenta que me hizo recordar el diluvio universal. Y yo que había quedado para comer con Betha (y con algunas personas más, pero al final, sólo pude comer con ella), quien se ofreció a pasar por mí y luego fuimos a Las Tapas del Gallego, pero como yo seguía con malestar estomacal, casi no comí.
La conversación con Betha fue muy curiosa porque: o le empieza a fallar la memoria o tiende a evadirse de la realidad. Resulta que nuestros amigos más insoportables no son tales, sino que son “raritos” pero, eso sí, muy buena onda, y que la indigesta de Yaneth es un pan de Dios endulzado con miel de la del Cantar de los Cantares. No sé. Igual y en aquellos ayeres habitamos realidades paralelas...
To be continued...

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