miércoles, enero 17, 2007

De "Sólo el humo permanece"

15 de marzo
Hoy en la mañana, tocaron la puerta de la casa, fui a abrir y... quien había tocado había sido Morbo. “¿Tú aquí, güey?” Fue lo primero que le pregunté. Nunca me lo hubiera imaginado, pero llegó en un Jetta rojo y con ese tono de mando que luego tiene, me dijo que disponía de todo el día para arreglar mi maleta, porque nos íbamos de vacaciones. “Estás loco, Morbo, ¿cómo crees? Tengo que preparar mi exposición para la clase de literatura norteamericana y echarle la mano a los de aquí con lo del suplemento cultural; además, tal vez vengan algunos familiares de visita y tengo que llevar a Boogie con el veterinario, para su revisión anual y”. “Y Mariana no viene. Dalo por seguro”. Ante mi cara de interrogación, me dijo que ya luego hablaríamos de eso, que en el viaje habría tiempo de sobra para hablar de Mariana y otras cosas. “Además, si acaso llegara a venir Mariana, te doy mi palabra que nos regresamos de inmediato, estemos donde estemos. Pero no ha de venir... Es más, te podría apostar que ni siquiera te llama, pero no quiero que pierdas tu dinero, o algo más, de manera tan fácil... Déjame entrar al baño y luego meto el coche a la cochera. Salí de X a las cuatro de la mañana y vengo cansado”.
Si no conociera a Morbo como lo conozco, podría pensar que no quiere a Mariana o que le tiene mala voluntad. En ese aspecto, más que en muchos otros, Morbo ha sido siempre como muy hermético y aunque ha llegado a salir con Mariana, como que tiene sus reservas con ella. Total, parte del día la invertí en preparar la maleta (“Llévate los poemas de Eliot para irlos leyendo en el camino”, me dijo Morbo) y en la tarde llevamos al perro con el veterinario. Me sorprende que con dos o tres veces que han hablado Morbo y el médico, se lleven tan bien... pero así es Morbo. Llegando a la casa pregunté que si había llamado alguien y, fuera de los del suplemento, ni quien se haya acordado. Me dio pena preguntarlo directamente, pero no me quedó otro remedio. “No, Mariana tampoco llamó”, dijo mi madre. Durante la cena estuvimos platicando, o más bien, Morbo estuvo platicando con mis padres, quienes ni pío dijeron cuando les dijimos que nos íbamos de vacaciones. Mi padre, como siempre, “Diviértanse, cuates. No lo dejes que se encierre a leer, Morbo. Que respire aire puro, que suba montañas. Que haga alguna actividad física, porque ya ves, todo el día encerrado leyendo o con los videojuegos”. Total, que ya luego de la cena y cuando mis padres se habían ido a acostar, mi hermano sacó una bolsa de mota y mientras platicábamos y oíamos a los Cabaret Voltaire, Morbo se puso a hacer tres churros. Ya me está pegando y mejor dejo de escribir. Sigo mañana.

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