miércoles, mayo 21, 2008

De causas perdidas y otros lances. Desvarío I

Alguna vez he llegado a pensar que una de mis vocaciones es ser algo así como un defensor de las causas perdidas y que tal vez por eso mismo me identifique con Lisa Simpson. Recuerdo, por ejemplo, aquella vez en que alguien dejó abandonada una camada de gatitos recién nacidos, en el centro deportivo donde nos tocaba hacer ejercicio vespertino. Mi padre accedió a que Vannia y yo cargáramos con los gatos, con la solemne promesa de que por ningún motivo ninguno de ellos se quedaría en casa. La labor que fue intentar colocarlos fue tan angustiante como estéril: nadie quería gatitos en su casa, al menos no en esos momentos. Al final, los mininos eran tan pequeños, que murieron, literalmente, por falta de madre. Pero desde ahí debí aprender lo pesado que es echarse encima la cruz de las causas perdidas... snif.....
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Años después, mi afición a las letras hizo que me pusiera, o me pusieran, como editor o “director” de diversas publicaciones, tanto en Ese Lugar como en Xalapa... Solicitar colaboraciones era algo muy similar a limosnear (aclaro que nunca he limosneado, al menos, no dinero ni comida ni sexo... pero insisto en que así se ha de sentir uno cuando limosnea), pero así y todo, por amistad con la gente de esas publicaciones, ahí estaba yo, dándole a la sin hueso... Total.
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Lejos de soltar cohetes y palomas cada que, no sé, Javier Marías, Umberto Eco o cualquiera de los del crack sacan un libro, me pongo a hablar, no sé, de Amparo Dávila (mi labor difusora de su obra data de hace muchos, muchos años... AY, DIOS), de Elena Garro, de Ulalume González de León, de Luis Noyola, de e.e. cummings...
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Más que sentarme a divagar acerca de la innegable calidad musical de los discos de Radiocabeza, The Beatles, Portishead, Shamen, Sinéad O’Connor... me interesa sentarme a ver por qué sí o por qué no Fangoria, María Daniela y su Sonido Lasser, Single, Dixibait o Astrogirls son grupos musicales con una propuesta artística, coherente... valiosa.....
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Bergman, Lynch, Scott, a diferencia de Almodóvar, Burton o María Novaro, no necesitan de quienes hablen, o intenten hablar, de sus aciertos y de sus fallos, porque de unos años para acá, sobre todo con el segundo de ellos, todo lo que hace tiene la garantía del asentimiento bovino generalizado.
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Y lo mismo pasa con otros géneros, o subgéneros, o transgéneros artísticos: la cultura radiofónica y el “cine de masas”, temas que no son nada bien vistos entre la comunidad intelectual circundante y, cuando llega a suceder lo contrario, es para mostrar el gusto por el folklor: “Ah, El Santo... ¡Claro, surrealista el vato!”, “¿Paquita la del Barrio? Hasta que salió alguien del pueblo que pone en su sitio a los pinches hombres” o, todavía recuerdo el rebuzno de una mi exprofesora de la Facultad cuando, hace años me dijo: “Ay, lo que ha progresado Almodóvar. ¡Qué profundidad la de sus personajes! ¿Ya vio Hable con ella?” y yo: “Ay, pero si lo veo más light que nunca. ¿Ya vio Entre tinieblas? Es como una carnavalización de La casa de Bernarda Alba...”
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Quizás por eso huyo de algo cuando se convierte en moda... Moda Foca...
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Algo del valor de una novelona como La tía Julia y El Escribidor, de Mario Vargas Llosa, radica en el homenaje que brinda a las radionovelas; lo mismo sucede con los boleros en La última mudanza de Felipe Carrillo, de Alfredo Bryce Echenique o, bien, la llamada al “cine de masas”, con El beso de la mujer araña, de Manuel Puig... o un poquito de todo con lo que hace Luis Zapata ya sea en Melodrama o en De pétalos perennes. Y ninguno de ellos, ni siquiera Puig o Zapata, van de folkloristas por la vida.
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Pensaba en todos estos novelones porque, venir a ver, me doy cuenta de que no se ha escrito una obra de semejante magnitud... relacionada con las telenovelas. ¿Llegará el día en que Cuna de Lobos, Teresa (en la versión de Maricruz Olivier, que conste), Rubí (aquí sí, en cualquiera de sus versiones), El camino secreto, Vivir un poco, Bodas de Odio, Yesenia, Ladronzuela, Nada personal, Mirada de mujer, Gabriel y Gabriela, entre muchas, muchas otras, llegará, pregunto, ese día en que alguien les dé cabida en alguna obra como las que menciono en el párrafo anterior?
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Ojo, snobs: mejor Lynch, en Twin Peaks, ya lo hizo, al incluir dentro de la trama, la atracción de parte de los personajes hacia Invitation to Love, la telenovela que varios de ellos seguían con particular interés...
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Aisch...

3 comentarios:

Unknown dijo...

iba a escribir un largo comentario a tu entrada (la cual temo que no sea una broma). sin embargo, mejor sólo señalo unas cuantas cosas y me callo el hocico.
a. en desacuerdo absoluto acerca de discutir lo de "innegable calidad", a menos de que no te sientas capaz de agregar algo más, algo personal, a la bovina opinión general; pongo de ejemplo mis idiotas ejemplos de sutilezas rítmicas en Videotape, o para el caso, lo que te mostré de Xenakis. ¿De verdad valieron tan poco la pena?
b. explorar nuevos campos, sí. pero ¿eso de que "ash, no me gusta porque ya es moda"? Ya estamos grandecitos para esas niñerías. ("I was dyslexic before it became fashionable", diría alguien). Hay que aceptar que a veces los gustos o repulsiones ocurren por mecanismos ocultos y no tratar de justificarlo por la cantidad de tinta que se ha usado escribiendo de, etc.
c. Que por otro lado, ¿almodóvar, burton, maría daniela no son moda? Tal vez en tus tiempos, pero a estas alturas...
Lo demás te lo cacheteo en persona, si acaso.
a.

Gonzalo Lizardo dijo...

Hola: pasaba por aquí y me intrigó uno de los temas que trata tu post: la ambigua y peligrosa frontera entre lo "bueno" y lo "malo" de la música, una frontera que a veces se confunde con la frontera entre lo "comercial" y lo "no comercial".
En el mundo real, la música (al igual que los textos escritos) es percibida de muchas maneras... Hay música para manejar, para correr, para karaokear, para amenizar la sobremesa, la taza de café, la lectura o la after party... y finalmente existe música creada para que la percibamos, la escuchemos, la descifremos como una obra de arte. Los caprichos rítmicos de "Videotape" (la rola que menciona Pierrot), no sirven para el antro: no desean hacer bailar nuestros pies, sino nuestras neuronas.
En cambio, dudo mucho que Daniela y su Sonido Lasser se hayan complicado tanto la existencia. Ellos quieren mascar chicle de menta y nada más. Moralmente, su intenciones son tan válidas como la de Radiohead. Pero estéticamente son distintas, casi antagónicas. Es la "intencionalidad" lo que diferencia, esencialmente, la escritura de Amparo Dávila y la de Guadalupe Loaeza, la música de John Zorn y la de Plastilina Mosh, las propuestas de David Lynch y las de "Invitation to love".
En fin, gracias por haberme sugerido un buen tema para mi próximo blog. Saludos.

Aguillón-Mata dijo...

No, Varo, es que esta entrada...

No puedes recomendar a Dávila (ni a nadie) por encima de Marías (ni de nadie) sin haber leído el trabajo del último. (Ya sé, conoces "Mañana en la batalla...", ¿y?)

Y no pudes hacer de cummings y Marías un par de antagonistas.

No puedes poner en el mismo nivel a María Daniela y a González de León.

No puedes rechazar las novelas de Eco simplemente porque vende mucho. (Qué pensarás de Wu Ming.)

No puedes decir que falta una novela sobre las telenovelas; en todo caso escríbela.

En suma, no puedes supeditar el valor de una u otra expresión artística o de entretenimiento al hecho de que tú la conozcas o no (o aun para mayor esnobismo: al hecho de que tú la hayas conocido antes que otros o no).

Igual te mando un abrazo.