martes, julio 17, 2007

Dos temas, dos: de los no comentarios a mis comentarios y de una entrada en el blog de Agustín

Para bien o para mal, en la época del blurty dejé abierta la opción para dejar mensajes en las entradas que luego subía. Y aunque luego había cosas muy divertidas e incluso ilustrativas, también hubo episodios de gente ajena al círculo amistoso a quienes estaba dirigido lo del güeblog aquel que, escudándose en el supuesto anonimato que brinda internet hicieron de las suyas. Decididamente, no fueron momentos muy agradables que digamos, y lo digo por el estado anímico en que me encontraba en aquel tiempo.
Curiosamente, en días pasados, algunas amistades han comentado, voz a voz o mail a mail, la “peculiaridad” de que, ahora, no existe esa opción en las notas del intronauta. Como ya lo dije, o lo escribí, no existirá esa opción ni ahora ni nunca, en el tiempo en que este güeblog siga siendo actualizado.
Habitualmente, siempre que escribo algo tengo en mente a alguien y al momento de teclear, pienso en la cara que pondrá x o y o z y, en algunas ocasiones, algunas amistades han externado sus comentarios: que si cierta cuestión sintáctica (o incluso ortográfica) o, incluso, el envío de archivos con musiquita, fotos o links a diversos sitios. Y eso resulta mucho más gratificante que arriesgarse a que aparezca el pelo en la sopa, la verdad.
Así que no habrá opción de dejar comentarios. Lo siento.

Cambiando de tema, quiero mandar a los lectores de esto a que lean un texto escrito por Agustín y del que, por cierto, él y yo coincidimos en que se trata de algo bien escrito, pese a que los caminos para llegar a esta opinión no son los mismos (lo cual, por otra parte y en tratándose de Agustín y de álvaro+, no es nada raro). Una vez que estén en su site (accesible, ya se sabe, luego de hacer clic en el nombre suyo de Agustín), vean la entrada “Ravel”, compositor que, sin duda alguna, es uno de los que más atraen a mi amigo.
Alguna vez, hace meses, mientras vagábamos él y yo en Gandhi, me mandó un sms para decirme que fuera a la sección de discos y ahí fui yo. Me hizo algunas preguntas acerca de Ravel y ya luego, muy luego, me entregó los Complete works for solo piano. Días después, cuando me pidió mi opinión, la pregunta me tomó por sorpresa y pensando en articular alguna respuesta sensata, solamente lo vi a los ojos y eso, porque se interpuso entre mi claroscuro y tierno pensamiento y un punto indefinido del espacio. La verdad, no pude articular algo más que un “hmmm”, que fue lo único que salió luego de un prolongado silencio. Mi mano derecha se movió varias veces de izquierda a derecha, luego sonreí y dije que no podía decir nada...
Nada que no fueran las gracias por haber compartido conmigo algo tan singular como parte de la obra de uno de sus compositores favoritos.

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