viernes, junio 06, 2008

De "Sólo el humo permanece"

La presencia de Morbo siempre estuvo precedida por esa mezcla tan rara de aromas entre madera y lavanda, producto de una loción casera cuya receta pertenecía al abuelo de Morbo.
Aquella tarde, Morbo entró al Café Chiquito chiquito, más por guarecerse del chipi chipi que con la intención de beber algo. Como era usual, el Café estaba prácticamente desierto, a no ser por una pareja de ancianos en la mesita del rincón, Hiram, el chico que atendía las mesas y Lupita, la cajera.
Saludó y más por costumbre que por un verdadero deseo, se fue a sentar en la mesita de un lado de la ventana. “Está ocupada”, le dijo Hiram, pero Morbo pareció no escucharlo, porque hojeaba el libro de rayas verticales color amarillo, rojo, verde, naranja, amarillo, verde, amarillo, rojo, amarillo, naranja, amarillo, verde, rojo, verde, naranja, verde, amarillo que estaba sobre la mesa. “Es del chavo que está sentado allí, Morbo”. Morbo levantó la vista del libro y preguntó que quién era el chico y que dónde estaba. “No lo conozco y acaba de entrar al baño”, fue lo que dijo Hiram antes de retirarse.
Sin inmutarse, Morbo se sentó en esa mesa y cuando llegó el primer ocupante, con una sonrisa Morbo le dijo: “A cada rato lunes. ¿Dónde lo conseguiste? Hace años que lo busco. Ah, por cierto. Me llamo Morbo. Bueno, no me llamo así, pero así es como me conoce medio mundo. Espero no te moleste que me haya sentado aquí, pero es mi lugar habitual cuando vengo al Café Chiquito chiquito, que me gusta más que el Café Chiquito grandote... pero, siéntate y cuéntame del libro...”. “Me llamo Ángel. No soy de aquí, acabo de llegar. Voy a entrar a estudiar literatura. Tú, ¿de dónde conoces el libro.....?”

1 comentario:

Pável dijo...

Decir: "y el Morbo de repente me sonrió" es un lujo mayúsculo.

Hablando de placeres mórbidos, échese el video Enséñame, de Morbo, precisamente. Es de mis favoritos.