jueves, junio 26, 2008

De "Sólo el humo permanece"

Aquel no había sido un buen día para Carmen: por alguna razón que escapaba a su entendimiento, no había sonado el despertador y tampoco se había despertado 2 minutos antes que éste sonara (como habitualmente sucedía), sino que incluso se quedó dormida media hora más, abriendo los ojos con-el-tiempo-necesario-para-llegar-a-tiempo-a-la-clase, pero no para arreglarse como-es-la-costumbre.
Camino a la Facultad, el imbécil transportista de legumbres pasó justo encima de un charco y a un lado de Carmen... y ella que iba vestida de blanco. Por eso, cuando Morbo salió con una de las suyas, lo único que atinó a decirle fue: “Hoy no, Morbo, por favor. Hoy no”. Morbo se dio cuenta de su imprudencia y con una media sonrisa le dijo: “Je suis desolé. No volverá a pasar. Really sorry about that” y Carmen le acarició la cabeza...
Al llegar a su casa, Carmen tenía cinco llamadas desde Nueva York. Que era necesario se comunicara, que había malas noticias y sí. Cuando pudo establecer contacto con su amigo Luis Rafael, él le informó de la muerte de un amigo muy querido de ambos, un ex-estudiante prometedor, que se suicidó luego de la muerte de su hijito de cinco años.
Así y todo, luego de la comida había quedado de verse con Gloria, su discípula más cercana, quien le comentó los problemas familiares que la agobiaban... por eso, cuando Ángel apareció en el café donde estaban Carmen y Gloria y llegó orgulloso de su recién recibida edición facsimilar de The Waste Land y unas fotocopias de The Criterion y Gloria y Carmen (en ese orden), recibieron su algarabía con comentarios del tipo “Sí, es lindo tener eso en tus manos... y más lindo cuando lo adquieres por ti mismo y no con dinero de tus padres”... Ángel se desconcertó... y hubo de esperar algo así como doce horas para enterarse que todo lo habido durante ese día había sido “de gran fragilidad para un ente ya fraccionado”; es decir, el de Carmen y que ella se lo hiciera saber mediante una nota que terminaba con “Siento mucho que te tocara a ti recibir los vidrios astillosos de mi neura”.
Todo eso hizo pensar a Ángel en el valor de ciertas relaciones humanas y en la singularidad de alguien como Carmen...

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